Con el antisemitismo en aumento y la confusión sobre lo que enseña la Biblia, guardar silencio respecto a Israel no es ser neutral—es apartarse de nuestro llamado. Este artículo insta a los pastores a hablar con claridad desde las Escrituras, a mantenerse firmes en las promesas del pacto de Dios y a guiar a su pueblo con verdad y amor.
Una Conversación en el Pasillo
El servicio dominical había terminado. Mientras los miembros de la congregación se dirigían lentamente hacia las puertas, regresando al ritmo familiar de sus rutinas semanales, el pastor permanecía fielmente en su lugar, ofreciendo cálidos apretones de mano y breves palabras de aliento. Era un momento sagrado de conexión pastoral, un tiempo en el que se intercambiaban sonrisas y bendiciones antes de que las realidades del lunes tomaran el control.
Sin embargo, en ese domingo en particular, un intercambio destacó entre los demás. Una fiel miembro de la iglesia se acercó al pastor, inclinándose para hablar en voz baja, casi con timidez.
—Pastor, realmente aprecié el sermón de hoy. Pero debo ser honesta: aunque no soy antisemita, sí tengo un problema con apoyar a Israel. Con todo lo que veo en las noticias y en las redes sociales, simplemente no puedo llegar a apoyarlos.
Sus palabras no fueron pronunciadas con hostilidad, sino con sinceridad. No estaba desafiando directamente las Escrituras ni cuestionando su fe. Estaba luchando —como muchos en la Iglesia hoy— por reconciliar la enseñanza bíblica acerca de Israel con las imágenes, titulares y narrativas perturbadoras que dominan los medios de comunicación modernos.
Este tipo de conversación se ha vuelto cada vez más común. Pastores en todo el mundo —especialmente en Occidente— se enfrentan regularmente a este mismo dilema pastoral. Por un lado, tienen una profunda convicción, fundamentada bíblicamente, acerca del pacto de Dios con Israel. Por otro, reconocen que sus congregaciones son constantemente bombardeadas con retórica política, medias verdades e imágenes polarizantes que pueden oscurecer la verdad bíblica.
El desafío para los pastores es significativo. ¿Cómo responder, con gracia pero también con precisión teológica, a tal afirmación? ¿Cómo explicar, en una breve conversación de pasillo, que negar el derecho de Israel a existir no es meramente una postura política, sino una postura teológica? ¿Cómo destacar, en cuestión de momentos, la naturaleza perdurable del pacto de Dios con Abraham y sus descendientes, y su conexión con el plan redentor de Dios para las naciones?
Tales preguntas no siempre pueden responderse en una sola conversación. De hecho, con frecuencia este es el comienzo de un viaje pastoral más profundo—uno que requerirá predicación, enseñanza y discipulado personal. El tema de Israel no se trata simplemente de la geopolítica moderna. Está profundamente arraigado en las Escrituras, en la teología del pacto y en la misión histórica de la Iglesia. Se trata de entender que las promesas de Dios son inmutables (Romanos 11:29) y que Sus propósitos para Israel y las naciones están inseparablemente unidos (Génesis 12:1–3; Isaías 49:6).
En el año 2025, la urgencia de esta conversación solo ha crecido. La opinión pública sobre Israel está más polarizada que en cualquier otro momento de la historia reciente. Las redes sociales están saturadas de opiniones rápidas, afirmaciones no verificadas y narrativas cargadas de emociones. Los medios de comunicación—tanto los tradicionales como los alternativos—a menudo presentan a Israel de maneras que son políticamente convenientes pero teológicamente engañosas. El resultado es una confusión espiritual que penetra en la Iglesia, tentando a los creyentes a adoptar discursos seculares en lugar de convicciones bíblicas.
Por lo tanto, los pastores de hoy deben equiparse con tres herramientas esenciales:
- Convicción Bíblica – Una comprensión clara e inquebrantable del testimonio de las Escrituras respecto al pacto de Dios con Israel, la importancia profética de su restauración y el papel que desempeña en el plan redentor de Dios.
- Conciencia Histórica – Conocimiento tanto de la historia antigua como de la moderna de Israel, incluyendo el largo registro del antisemitismo en la historia de la Iglesia y del mundo, para que los conflictos actuales puedan entenderse en su contexto y no de forma aislada.
- Estrategia Pastoral – La capacidad de abordar temas sensibles con verdad y amor, encontrando a los congregantes en su punto de necesidad, escuchando con compasión y guiándolos hacia una visión más teológicamente informada.
Este no es un llamado para que los pastores se conviertan en activistas políticos. Más bien, es un llamado a convertirse en pastores bíblicamente informados que puedan guiar a su rebaño a través del ruido del momento presente. “Estar con Israel” bíblicamente no significa aprobar todo lo que hace el gobierno israelí; significa afirmar los propósitos pactales de Dios y rechazar marcos teológicos o ideológicos—como la teología del reemplazo—que los socavan.
En aquel pasillo, el pastor tuvo solo unos momentos para responder. Pero en las semanas siguientes, se propuso entretejer en su predicación y enseñanza las verdades que su congregante necesitaba escuchar: que el pacto que Dios hizo con Abraham sigue vigente; que la existencia de Israel no es un accidente histórico, sino un testimonio de la fidelidad de Dios; y que la Iglesia está llamada a bendecir al pueblo judío, aun en tiempos de controversia.
Como pastores, debemos estar preparados para estas conversaciones en el pasillo. No son interrupciones—son citas divinas. Y en un tiempo cuando abundan la desinformación y la confusión espiritual, la Iglesia no debe permanecer en silencio. Nuestro llamado es hablar la verdad en amor, anclar a nuestro pueblo en la Palabra de Dios y recordarles que Sus promesas—tanto para Israel como para las naciones—son tan inquebrantables como Aquel que las hizo.
Definiendo la Diferencia—Y Por Qué Importa
Para los pastores que navegan conversaciones difíciles acerca de Israel, el primer y más crucial paso es la capacidad de hablar con claridad y precisión. Sin términos bien definidos, nuestras respuestas corren el riesgo de dirigirse a sombras en lugar de a la sustancia, a la emoción en lugar de a la realidad. Las definiciones claras anclan la conversación en la verdad, permitiendo que los pastores respondan tanto bíblicamente como con inteligencia a los asuntos en cuestión.
El antisemitismo no es simplemente una diferencia de opinión o un desacuerdo político; es un prejuicio y discriminación profundamente hostil contra el pueblo judío, simplemente por ser judío. Es uno de los odios más antiguos y persistentes de la humanidad, visible a lo largo de la Escritura y de la historia. En la Biblia Hebrea lo vemos en la esclavitud de los hebreos por parte del faraón (Éxodo 1), en el plan genocida de Amán en Persia (Ester 3), y en la persecución temprana de los creyentes judíos en el primer siglo. Las páginas de la historia están llenas de sus tragedias—las Cruzadas, la Inquisición Española, los pogromos de Europa del Este, la exterminación industrial de seis millones de judíos en el Holocausto, y un sinnúmero de otros episodios de sufrimiento que no han sido registrados por manos humanas, pero que son recordados en el cielo.
Para el cristiano, el antisemitismo no es simplemente un problema social o político; es un asalto espiritual. La Escritura describe a Israel como “la niña de su ojo” (Zacarías 2:8), una imagen poética que expresa el profundo afecto de Dios y Su vínculo de pacto con el pueblo judío. Atacarlos es, en cierto sentido, tocar la pupila del mismo ojo de Dios—un acto de desafío no solo contra un pueblo, sino contra el Dios que los escogió como vaso para Sus propósitos redentores. Por medio de Israel vinieron los patriarcas, los profetas, las Escrituras y, en última instancia, el mismo Mesías (Romanos 9:4–5).
El anti-sionismo, en contraste, se enfoca en oponerse o rechazar la idea de que el pueblo judío tiene el derecho bíblico e histórico a su tierra ancestral, la Tierra de Israel. Aunque el discurso moderno a menudo presenta el sionismo como algo puramente político, separado del prejuicio étnico, en la práctica las líneas se difuminan. El anti-sionismo con frecuencia se superpone con el antisemitismo porque señala al pueblo judío como singularmente indigno del derecho a la autodeterminación nacional—un derecho que casi todos los demás grupos étnicos del mundo disfrutan.
Esta distinción no es un mero tecnicismo académico. Para los pastores, comprenderla abre la puerta a una realidad teológica más profunda: rechazar el derecho de Israel a existir no es una posición neutral; conlleva profundas implicaciones espirituales. Desafía la permanencia de las promesas de Dios en Génesis 17:7–8, Jeremías 31:35–37 y Romanos 11:28–29. Si Dios pudiera revocar Su pacto con Israel, entonces Su pacto con la Iglesia sería igualmente vulnerable. Sin embargo, la contundente declaración del apóstol Pablo responde la pregunta de manera inequívoca: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera” (Romanos 11:1).
Cuando los pastores entienden esto, no solo están capacitados para corregir malentendidos; también pueden anclar a sus congregaciones en la fidelidad inquebrantable de Dios. Estar con Israel no se trata meramente de geopolítica—se trata de afirmar al Dios que cumple Su Palabra, ayer, hoy y por los siglos.
Donde se Encuentran el Anti-Sionismo y el Antisemitismo
El anti-sionismo y el antisemitismo no son teorías abstractas ni debates filosóficos; son realidades con raíces profundas en la historia y expresiones visibles en nuestro mundo actual. Ambos brotan de una hostilidad antigua y recurrente contra el pueblo de Dios y la tierra que Él les dio. La misma Escritura lo registra en el Salmo 83:4: “Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel.” Este sentimiento antiguo no es una reliquia del pasado; resuena a través de los siglos en la retórica y las acciones de aquellos decididos a borrar la existencia de Israel.
Desde los asirios y babilonios, hasta los romanos, cruzados, nazis y—más recientemente—grupos como Hamás, la historia está llena de quienes han intentado aniquilar al pueblo judío y borrar su identidad de la faz de la tierra. Los métodos han variado—conquista militar, exilio forzado, genocidio—pero el objetivo ha permanecido escalofriantemente consistente: eliminar al pueblo judío como nación y, en muchos casos, erradicarlos como pueblo por completo. Esto no es solo un atentado contra la dignidad humana; es un desafío directo a las promesas de pacto de Dios.
En la antigüedad, las armas eran espadas y máquinas de asedio. Hoy, las herramientas son diferentes pero no menos destructivas—propaganda mediática, resoluciones políticas manipuladoras, boicots económicos, protestas universitarias y narrativas cuidadosamente elaboradas que se presentan como causas humanitarias mientras ocultan una hostilidad profundamente arraigada. Estas tácticas modernas suelen vestirse con el lenguaje de la justicia, pero debajo de la superficie yace el mismo deseo de siempre: deslegitimar, debilitar y, en última instancia, borrar al Estado judío y a su pueblo.
Algunos insisten en que es posible “oponerse a Israel” sin oponerse al pueblo judío. Sin embargo, la historia y la realidad actual muestran que la oposición a la mera existencia de Israel inevitablemente se derrama en hostilidad hacia los judíos en todo el mundo. El anti-sionismo a menudo sirve como una fachada para el antisemitismo, especialmente cuando niega al pueblo judío el derecho a la autodeterminación—un derecho concedido libremente a casi todos los demás grupos étnicos. Por eso los pastores, líderes cristianos y creyentes deben estar vigilantes y bien informados, no solo políticamente, sino bíblica y teológicamente. Abrazar posiciones anti-sionistas sin discernimiento implica el riesgo de alinearse, consciente o inconscientemente, con una agenda espiritual que se opone a los propósitos de pacto de Dios.
Como pastores encargados del rebaño de Dios, debemos guiar a nuestras congregaciones a formular preguntas difíciles pero necesarias: ¿Por qué el derecho de Israel a existir es cuestionado más que el de cualquier otra nación en la tierra? ¿Por qué existe un doble estándar, donde las violaciones de otras naciones son pasadas por alto mientras que Israel es condenado implacablemente? Estas no son meras curiosidades políticas; son señales de un conflicto espiritual más profundo. Debajo de las tensiones políticas, las sanciones económicas y la manipulación mediática, yace una batalla que no se libra meramente contra carne y sangre, sino contra principados y potestades que se oponen al Dios de Israel y a Sus planes para Su pueblo.
La Batalla Espiritual Detrás de los Titulares
Para que el liderazgo pastoral pueda involucrarse verdaderamente en la conversación actual sobre Israel, debemos mirar más allá de los titulares políticos y reconocer las dimensiones espirituales que los impulsan. Con demasiada frecuencia, las discusiones sobre Israel se reducen a geopolítica—tratados, guerras, elecciones y alianzas. Aunque estos elementos son reales, detenernos ahí es perder la realidad más profunda que subyace en todo: una batalla espiritual que ha estado librándose desde el principio de la historia. La Escritura descorre el velo, mostrando que detrás de cada maniobra política y cada oleada de hostilidad hacia el pueblo judío hay un conflicto mayor entre los propósitos de Dios y las maquinaciones del enemigo.
Desde las primeras páginas de las Escrituras Hebreas, el adversario ha intentado desviar el plan redentor de Dios atacando al pueblo a través del cual vendría dicho plan. En Éxodo 1:22, el faraón de Egipto ordena matar a todo hijo varón que nazca a los hebreos, con la esperanza de debilitar y eventualmente destruir al pueblo del pacto de Dios. En Ester 3:13, leemos acerca de Amán en el Imperio Persa—un hombre cuyo odio era tan grande que buscó la aniquilación de todos los judíos en las 127 provincias del reino. Avanzando hacia los Escritos Apostólicos, el patrón se repite. En Mateo 2:16, Herodes ordena la matanza de todos los niños menores de dos años en Belén en un intento desesperado por impedir el nacimiento del Mesías prometido. Estos eventos, separados por siglos, comparten la misma estrategia subyacente: detener el plan de Dios atacando al pueblo que Él ha escogido como testigos de Su pacto.
La historia continúa repitiendo este patrón. Ya sea bajo emperadores paganos, monarcas medievales o dictadores modernos, el objetivo ha permanecido sin cambios: erradicar al pueblo judío, anular el pacto de Dios y socavar Su credibilidad ante el mundo. Teológicamente, las implicaciones son inmensas—si Israel desapareciera, también lo haría uno de los testimonios más visibles y duraderos de la fidelidad de Dios a lo largo de la historia. La supervivencia del pueblo judío, contra todo pronóstico y frente a una oposición implacable, no es simplemente una curiosidad histórica; es evidencia viva de que Dios cumple Sus promesas.
En nuestros días, esta batalla espiritual se desarrolla en tiempo real. Se manifiesta no solo en la violencia en las calles o en actos de terrorismo, sino también en el ámbito digital—a través de la propaganda en redes sociales, la formación de la opinión pública en la prensa y las resoluciones cuidadosamente redactadas en asambleas internacionales. Se evidencia en el alarmante aumento de incidentes antisemitas en universidades y en grandes ciudades de todo el mundo. Estos no son brotes aislados de hostilidad; son expresiones de una agenda mucho más antigua y oscura.
Como pastores y líderes, estamos llamados a interpretar estos eventos a través del lente de la Escritura. El apóstol Pablo nos recuerda en Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Reconocer esta verdad lo cambia todo—nos llama a responder no con temor o confusión, sino con claridad y convicción espiritual. Nuestra responsabilidad es equipar a la Iglesia para que vea la verdadera batalla, permanezca firme en la verdad de la Palabra de Dios, y ore y actúe de maneras que se alineen con los propósitos de pacto de Dios para Israel y para el mundo.
Realidades: Los Titulares que los Pastores No Pueden Ignorar
Las conversaciones teológicas deben llevarse a cabo en contextos reales. En el 2025, el Medio Oriente no es una idea abstracta para tu congregación; es un ciclo de noticias vivo. Los pastores que hablan sobre Israel sin reconocer los acontecimientos actuales corren el riesgo de sonar desconectados de la realidad. Si tu pueblo ve hambruna, guerra y protestas en sus pantallas, pero no escucha nada de esto desde el púlpito, buscarán respuestas en otro lugar.
La crisis humanitaria en Gaza es un ejemplo claro. Datos de la ONU y de organizaciones humanitarias confirman que se han instalado condiciones de hambruna, con más de 122 palestinos, incluyendo 83 niños, que han muerto por inanición. Se han registrado más de 28,000 casos de desnutrición. Estas no son cifras especulativas; son reportes verificados. Cuando los pastores hablan de amar a Israel, también deben hablar de amar a las personas en Gaza, porque la compasión hacia un grupo no requiere apatía hacia otro.
El panorama político es igualmente tenso. En agosto de 2025, el Gabinete de Seguridad de Israel propuso tomar la ciudad de Gaza. Alemania suspendió envíos de armas a Israel por preocupaciones humanitarias. Australia indicó que podría reconocer un Estado palestino a menos que haya avances hacia un alto el fuego. Estos eventos están moldeando la opinión internacional, y tu congregación está leyendo estos titulares. Fingir que no existen no protege a tu pueblo—los deja vulnerables a narrativas parciales.
Dentro de la Iglesia, las encuestas cuentan otra historia. Un estudio de Pew Research en 2025 muestra que el 72% de los evangélicos blancos ven a Israel de forma favorable; sin embargo, los evangélicos más jóvenes están mucho menos seguros, y muchos expresan una fuerte preocupación por el sufrimiento palestino. El apoyo general en los Estados Unidos hacia la conducta de Israel en Gaza ha caído al 32%, una disminución de 10 puntos en solo un año. Los pastores no pueden asumir que sus congregaciones comparten sus puntos de vista simplemente porque comparten su fe.
Por eso debes integrar los acontecimientos actuales en tu enseñanza bíblica—no para politizar el púlpito, sino para anclar a tu pueblo en la verdad cuando están siendo bombardeados con información contradictoria. Tu meta no es darles argumentos de conversación—es darles una cosmovisión bíblica lo suficientemente sólida como para enfrentar el momento presente sin perder de vista los propósitos eternos de Dios.
Cinco Pasos Fundamentales para que los Pastores Lideren
Bien la Conversación sobre Israel
El primer y más fundamental paso para cualquier pastor o líder es estar bíblicamente fundamentado en los pactos que Dios hizo con Israel. Debes ser capaz de explicar claramente las promesas que Dios le dio a Abraham y a sus descendientes—promesas que permanecen activas e intactas hasta el día de hoy. Sin una comprensión profunda y personal de estos pactos, la vacilación se abrirá paso cuando seas desafiado sobre por qué apoyas a Israel. Un buen punto de partida es leer y releer en oración pasajes clave como Génesis 12, 15 y 17; Jeremías 31; y Romanos 9–11. Tómate tu tiempo. Lee despacio. Deja que el lenguaje de la Escritura sature tu mente y eche raíces en tu corazón hasta que comprendas—no solo intelectualmente, sino espiritualmente—lo que estas promesas significaron para Abraham, para sus descendientes y para nosotros hoy. Cuando la Palabra forme ese fundamento en ti, podrás hablar con confianza, claridad y convicción siempre que sea necesario.
En segundo lugar, recuerda distinguir entre criticar políticas y negar el derecho de un pueblo a existir. Es sabio decir con regularidad desde tu púlpito: “Estar en desacuerdo con el gobierno de Israel no significa rechazar el derecho del pueblo judío a existir y vivir en paz en su tierra ancestral.” Esta distinción es crucial. Sin ella, las narrativas mediáticas pueden introducir ideas anti-sionistas bajo el falso estandarte del “pensamiento equilibrado.” El resultado es sutil pero peligroso—lo que suena a justicia a menudo no es más que error vestido con un lenguaje atractivo. Como pastores, debemos ser vigilantes para ayudar a nuestro pueblo a reconocer la diferencia entre una crítica política legítima y la deslegitimación de la identidad pactal de todo un pueblo.
En tercer lugar, haz que la oración por la paz de Jerusalén sea un ritmo continuo en tu liderazgo y en la adoración congregacional. El Salmo 122:6 nos manda claramente: “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.” Esto no puede ser una mención ocasional, sino que debe convertirse en parte del ADN de la cultura de tu iglesia. Cuando tu congregación escucha con regularidad intercesión por Israel, comienza a entender que la oración bíblica por el pueblo judío no es una postura política—es una obligación espiritual. Esta constancia también les mostrará a los visitantes y a los nuevos creyentes que tu amor por Israel fluye de las páginas de la Escritura, no de las plataformas políticas.
En cuarto lugar, permite que la compasión por todas las personas sea el sello distintivo de tu ministerio. Apoyar públicamente a Israel a menudo traerá la acusación de que solo te preocupas por el pueblo judío, mientras ignoras a otros—particularmente a los palestinos. Esta narrativa falsa debe ser desmantelada tanto con palabras como con acciones. La Escritura nos llama a amar la misericordia y a hacer justicia para todos. Una manera poderosa de vivir esto es asociarte con ministerios que sirvan tanto a comunidades judías como árabes. Esto demuestra a tu congregación—y al mundo que observa—que defiendes la justicia, la verdad y la compasión sin parcialidad. También deja claro que tu oposición a regímenes terroristas como Hamás no disminuye tu preocupación por el sufrimiento de los palestinos inocentes que viven bajo su opresión.
Finalmente, comprométete a educar a tu pueblo tanto en la Escritura como en la historia. Muchos que se oponen o se muestran indiferentes hacia Israel no lo hacen por hostilidad, sino por ignorancia. Han sido moldeados por fragmentos de redes sociales y titulares engañosos, en lugar de por la Palabra de Dios y el testimonio de la historia. Considera crear un curso de discipulado “Israel 101”—quizá a través de grupos pequeños o noches de enseñanza especial—que cubra los pactos bíblicos, profecías clave, el Holocausto, y las guerras y desafíos modernos de Israel. Equipa a tu congregación para que vea el panorama completo, de modo que pueda mantenerse firme en la verdad y resistir ser arrastrada por la desinformación. Todo esto puede hacerse con gracia, sin dejar de mantener firmes tus convicciones sobre el pueblo de Israel y las promesas de pacto de Dios sobre ellos.
Cuando estos cinco pasos se convierten en parte de tu ritmo pastoral, no solo preparas a tu pueblo para responder con sabiduría en el clima cultural actual, sino que también alineas tu ministerio con los propósitos eternos de Dios para Israel y las naciones.
Objeciones Comunes y Cómo Responderlas
Objeción 1: “No odio a los judíos; simplemente no apoyo a Israel.”
Respuesta Corta: “Entiendo que no quieras ser una persona odiosa. Pero oponerse a la existencia de Israel como Estado judío es rechazar la promesa de pacto de Dios en Génesis 17:7–8. Se puede criticar las políticas de un gobierno sin negar el derecho de una nación a existir. El peligro surge cuando pasamos del desacuerdo político a la negación teológica.”
Respuesta Larga: Esta es una de las declaraciones más comunes que puedes escuchar, y en la superficie, suena razonable. Después de todo, la persona está diciendo que se distancia del odio, y como pastores o líderes, siempre debemos dar la bienvenida a un rechazo del odio. Sin embargo, detrás de esta declaración a menudo hay un malentendido sobre lo que “no apoyar a Israel” puede significar realmente en términos teológicos. Cuando alguien dice que no apoya a Israel, debemos preguntar con cuidado: “¿Quieres decir que estás en desacuerdo con ciertas políticas políticas, o que cuestionas el derecho de Israel a existir como Estado judío?”
La diferencia entre esas dos posturas es crítica. La Escritura deja claro que el pacto que Dios hizo con Abraham y sus descendientes no es un arreglo político temporal, sino una promesa divina y eterna. En Génesis 17:7–8, Dios dice: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.” Rechazar el derecho de Israel a existir como patria judía es rechazar la promesa de pacto que Dios mismo juró cumplir.
Por eso debemos guiar, con mansedumbre pero con firmeza, para que las personas entiendan que es totalmente posible—y bíblicamente permitido—criticar las políticas de un gobierno sin negar el derecho de esa nación a existir. Hay una gran diferencia entre el desacuerdo con políticas y la negación del pacto. El peligro surge cuando la gente cruza esa línea, consciente o inconscientemente, y empieza a rechazar no solo al Israel moderno, sino la misma fidelidad de Dios.
Como líderes, al responder a esta objeción, debemos comenzar afirmando el rechazo declarado de la persona hacia el odio. Luego podemos llevarla de regreso al texto bíblico, mostrándole que apoyar la existencia de Israel no significa aprobar cada acción gubernamental. Este enfoque evita que la conversación se convierta en una pelea política y la redirige hacia las promesas inmutables de Dios.
Objeción 2: “La Iglesia es el nuevo Israel.”
Respuesta Corta: “La Escritura dice que la Iglesia ha sido injertada (Romanos 11:17–18), pero también dice que los dones y el llamamiento de Dios para Israel son irrevocables (Romanos 11:29). Ser injertado no significa cortar la rama original. La Iglesia participa de las bendiciones, pero las promesas a Israel como pueblo permanecen.”
Respuesta Larga: Esta objeción está arraigada en una idea teológica conocida como teología del reemplazo, que afirma que la Iglesia ha sustituido a Israel en el plan de Dios. Aunque esta enseñanza ha circulado por siglos, no concuerda con el pleno consejo de la Escritura. Sí, el Nuevo Testamento habla de creyentes gentiles que son “injertados” en el olivo de las bendiciones del pacto de Dios (Romanos 11:17–18), pero el mismo capítulo hace una declaración inquebrantable: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29).
La imagen del injerto que usa Pablo es clave aquí. Injertar nuevas ramas no significa cortar las originales. La vida del árbol fluye desde su raíz—el pacto que Dios hizo con Israel. La Iglesia, compuesta de judíos y gentiles que creen en Cristo, participa de las bendiciones de ese pacto. Pero Dios nunca ha anulado Sus promesas a Israel como pueblo. Si Él pudiera romper Su palabra con ellos, ¿qué seguridad tendríamos de que no rompería Su palabra con nosotros?
Al responder esta objeción, debemos señalar que el apóstol Pablo advirtió a los creyentes gentiles contra la arrogancia hacia el pueblo judío. Romanos 11:18 dice: “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas… no te jactes contra las ramas.” El plan de Dios no es un reemplazo—es una expansión que culminará en la salvación de “todo Israel” (Romanos 11:26). En el uso bíblico y judío, “todo Israel” a menudo es un término colectivo para la nación en su conjunto, no para cada individuo judío que haya vivido. Aquí, Pablo habla de una futura conversión a gran escala del pueblo judío a su Mesías—una restauración nacional—sin implicar que todos serán salvos sin fe.
Pastoralmente, debemos ayudar a las personas a ver que la teología del reemplazo priva a la Iglesia de su herencia judía y debilita nuestra confianza en la fidelidad de Dios. Las promesas a Israel son recordatorios vivos de que la Palabra de Dios no puede fallar. La Iglesia ha sido injertada en una historia que comenzó mucho antes de Pentecostés, y nuestro papel es honrar la raíz de la que recibimos vida.
Objeción 3: “Apoyar a Israel significa ignorar el sufrimiento palestino.”
Respuesta Corta: “Esa es una falsa disyuntiva. Estamos llamados a amar a todas las personas. Miqueas 6:8 nos dice que actuemos con justicia y amemos la misericordia para todos. Podemos afirmar el pacto de Dios con Israel y al mismo tiempo preocuparnos profundamente por el bienestar de los palestinos. De hecho, algunas de las obras humanitarias más fuertes en la región las realizan cristianos pro-Israel.”
Respuesta Larga: Esta objeción presenta un falso dilema. Asume que cuidar del pueblo judío y apoyar el derecho de Israel a existir significa automáticamente ser indiferente al dolor de los palestinos. Pero la Biblia nos llama a una ética más alta—una que trasciende los binarios políticos. Miqueas 6:8 nos dice: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” No es un mandato para mostrar justicia y misericordia a algunos y no a otros. Es un llamado a ser un pueblo de compasión para todos, sin dejar de mantenernos firmes en la verdad.
Podemos afirmar el pacto de Dios con Israel y, al mismo tiempo, trabajar por el bienestar de los palestinos. Estas posturas no están en conflicto cuando nuestra cosmovisión está arraigada en la Escritura. De hecho, algunas de las obras humanitarias más sólidas en el Medio Oriente las llevan a cabo cristianos que son, sin disculpas, pro-Israel y a la vez profundamente comprometidos en ayudar a quienes sufren en Gaza y en Cisjordania. Esto refleja el corazón de Jesús, quien ministró tanto a judíos como a gentiles.
En la práctica, esto significa rechazar la propaganda que intenta retratar a los cristianos como indiferentes hacia un lado del conflicto. También significa apoyar activamente ministerios e iniciativas que lleven ayuda tanto a comunidades judías como árabes. Esto no solo desarma la acusación de parcialidad, sino que refleja el carácter de nuestro Señor, que “no hace acepción de personas” (Hechos 10:34).
Al responder esta objeción, podemos decir con claridad: “Amar a Israel no significa ignorar el sufrimiento de otros. Significa defender la verdad mientras extendemos misericordia a todos los que han sido creados a imagen de Dios.” Esta es una postura que es a la vez bíblicamente coherente y moralmente convincente.
Por Qué Esto Importa en Tu Púlpito
El silencio pastoral sobre el tema de Israel puede parecer un acto de pacificación, pero en realidad crea un vacío teológico e informativo. Tal vacío no permanecerá vacío. Inevitablemente será llenado por voces competidoras—voces que pueden estar más influenciadas por agendas políticas, prejuicios ideológicos o tendencias culturales que por una cosmovisión bíblica.
En nuestra era digital, las congregaciones están siendo constantemente moldeadas por narrativas acerca de Israel—ya sea a través de videos en TikTok, reels de Instagram, comentarios en YouTube, debates televisados o conversaciones casuales moldeadas por eslóganes virales. Estos mensajes, a menudo, carecen de profundidad teológica y están diseñados para apelar más a las emociones que a la verdad. Si los pastores no abordan el tema, su pueblo puede absorber estas narrativas de manera acrítica, sin darse cuenta muchas veces de las implicaciones teológicas que conllevan.
Hablar sobre Israel desde el púlpito no es sinónimo de politizar el culto. Más bien, es un acto de fidelidad a “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27). Este consejo completo incluye necesariamente los pactos de Dios con Abraham, Isaac y Jacob, las promesas proféticas acerca de la tierra y la afirmación del Nuevo Testamento sobre el lugar de Israel dentro del plan redentor de Dios.
Cuando los pastores abordan el tema de Israel bíblicamente, proveen a su congregación un ancla teológica—un marco que les permite interpretar los acontecimientos no solo a través del lente del último titular, sino a través de las promesas duraderas de la Escritura. Tal instrucción ayuda a los creyentes a discernir los patrones espirituales tejidos a través de la historia y a ver que el trato de Dios con Israel no son episodios aislados, sino parte integral de Su plan en desarrollo para las naciones.
En última instancia, este enfoque no solo profundiza la comprensión que la congregación tiene de la Escritura, sino que también los capacita para interactuar con la cultura en general con una convicción arraigada en la verdad bíblica y con una compasión moldeada por el corazón de Cristo.
Conclusión:
Fidelidad en un Tiempo de Confusión
El año 2025 confronta a la Iglesia con titulares que inquietan el corazón—crisis humanitarias, alianzas políticas cambiantes y divisiones cada vez más profundas entre los mismos creyentes. En un ambiente así, los pastores pueden sentir la tentación de guardar silencio, con la esperanza de preservar la unidad evitando asuntos controvertidos. Sin embargo, el silencio pastoral en estos momentos no es un acto de neutralidad; es, en efecto, una renuncia a la voz del pastor precisamente cuando el rebaño más necesita claridad.
El asunto de Israel no se trata, en última instancia, de geopolítica o fronteras. En su esencia, se trata del mismo carácter de Dios. Si el Señor ha guardado Su pacto con Israel a través de siglos de dispersión, persecución y un regreso milagroso a su tierra, entonces podemos estar seguros de que Él cumplirá Sus promesas a Su Iglesia. Israel es un monumento viviente de la fidelidad de Dios a Su pacto—un recordatorio tangible de que Su Palabra no vuelve vacía.
Cuando un pastor habla sobre Israel desde un fundamento bíblico, no está simplemente abordando un tema “político”. Está dando testimonio de la naturaleza inmutable de Dios. Cada sermón, enseñanza o conversación pastoral sobre este tema se convierte en una declaración para todo creyente: el Dios que cumple Sus promesas a Israel cumplirá Sus promesas contigo.
Además, cuando las objeciones se responden con gracia y verdad—arraigadas en la Escritura y guiadas por la compasión—las congregaciones aprenden que la convicción bíblica no requiere abandonar la empatía. Ven que es posible sostener las promesas de pacto de Dios y, al mismo tiempo, preocuparse profundamente por el sufrimiento de todos los pueblos.
El pacto con Israel sigue vigente. El llamado sobre esa nación sigue siendo irrevocable. Y el mandato pastoral de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Efesios 4:12) permanece inalterado—aun cuando la obediencia a ese mandato requiera tomar una postura a favor de Israel en un clima cultural que no lo entiende, o que incluso lo rechaza.
Como nos recuerda Pablo: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29). En tiempos de confusión, la fidelidad demanda que los pastores hablen—no con el ruido de la partidismo, sino con la voz firme de la Escritura, proclamando al Dios cuyas promesas permanecen para todas las generaciones.
Fuentes
- “Gaza: Israel debe restaurar el sistema humanitario de la ONU para evitar la hambruna, dicen expertos de la ONU,” Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 12 de agosto de 2025, https://www.ohchr.org/en/press-releases/2025/08/gaza-israel-must-restore-un-humanitarian-system-stave-starvation-say-un.
- “La crisis de desnutrición en Gaza sobrevivirá a la guerra, advierten expertos,” Time, 9 de agosto de 2025, https://time.com/7306512/gaza-starvation-malnutrition-crisis-famine-long-term/.
- “Las tasas de desnutrición alcanzan niveles alarmantes en Gaza, advierte la OMS,” Organización Mundial de la Salud, 27 de julio de 2025, https://www.who.int/news/item/27-07-2025-malnutrition-rates-reach-alarming-levels-in-gaza–who-warns.
- Patrick Kingsley, “Israel intensifica bombardeos en Gaza, matando a 89 palestinos en 24 horas,” The Guardian, 12 de agosto de 2025, https://www.theguardian.com/world/2025/aug/12/israel-intensifies-bombing-of-gaza-dozens-killed-in-24-hours.
- “Cómo ven los estadounidenses a Israel y la guerra Israel–Hamás al inicio del segundo mandato de Trump,” Pew Research Center, 8 de abril de 2025, https://www.pewresearch.org/short-reads/2025/04/08/how-americans-view-israel-and-the-israel-hamas-war-at-the-start-of-trumps-second-term/.
- “El porcentaje de adultos en EE.UU. que ve a Israel de forma desfavorable se duplicó en el último año,” Jerusalem Post, 11 de abril de 2025, https://www.jpost.com/diaspora/article-849525.









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